Los cínicos no sirven para este oficio es una obra de obligada lectura para todo aquel interesado en el oficio del periodista. Dos partes de esta obra suponen sendos encuentros con Ryszard Kapuściński, moderados ambos por Maria Nadotti, escritora en diversas publicaciones italianas y extranjeras. El primero de los encuentros tuvo lugar el 27 de noviembre de 1999 en el marco del VI Congreso Redactor social. El segundo de ellos se trata de un coloquio que mantuvo con el también escritor y periodista John Berger, con motivo del Congreso Ver, entender y explicar, organizado por la revista Linea d’ombra en 1994.
Para comenzar, resulta imprescindible conocer los aspectos fundamentales de su protagonista, Ryszard Kapuściński. Nacido en Bielorusia, antigua Polonia, en 1932, tuvo una prolífica vida profesional durante la que fue periodista, historiador, escritor, ensayista, poeta y profesor. Estudiaría historia, aunque decidiría dedicarse de lleno a la labor periodística que ya desempeñaba desde su juventud.
Ryszard Kapuściński (en adelante R.K.) apunta a lo largo del libro cómo hacer un buen periodismo desde una perspectiva de enfoque, señalando la teoría del periodismo como la base última de la profesión.
R.K. empezó a escribir como poeta a la temprana edad de 18 años en una revista, donde descubriría su pasión por el periodismo. Sin embargo, no sería hasta la muerte de Stalin que las fronteras del país se abrieran poco a poco, comenzando a viajar por países cuyas culturas diferían enormemente de la suya propia, como por ejemplo Afganistán, uno de sus primeros destinos. Fue en estos primeros viajes donde descubrió la necesidad que sentía de transmitir la melancolía y las injusticias que viven los individuos de todas las partes del mundo. Centraría su carrera profesional en los países del Tercer Mundo, como son Asia, África y America Latina.
A lo largo del libro proporciona valiosos consejos y marca las pautas que debe seguir el buen periodista en el desarrollo de su labor.
Por ejemplo, R.K. señala en el libro que, para transmitir una información correcta y valiosa, hay que estar atento a las pequeñas cosas, a los humores de los individuos. Defiende que el periodista debe convivir y mezclarse en la cultura sobre la que va a escribir, escuchar, sin intereses políticos ni económicos, sino tan solo el deseo de aprender, de absorber todo cuanto las personas son capaces de compartir.
Considera que el ser humano presenta por definición un lento aprendizaje de la aceptación de lo distinto y desarrolla un inicial rechazo a lo diferente, cuando lo que debería ocurrir es que rechazásemos aquello que se está convirtiendo en único, en global, y preservásemos las peculiaridades y riquezas de las culturas del mundo.
R.K. señala que ni la pobreza ni la opresión pertenecen al orden mundial de las cosas, por ello, para ser un buen periodista, debes ser testigo de todos los acontecimientos que influyan en el hecho noticioso, además de ser un hombre de resistencia, tanto física como psíquica.
Para tener derecho a explicar hay que tener un conocimiento directo, físico, emotivo, y olfativo del hecho que estas narrando, pues es a través de los detalles como se puede mostrar un mundo entero, sin bandos ni porciones.
Por último, apunta un aspecto fundamental, los avances tecnológicos nos ayudan en nuestra labor, facilitándonos ciertos procesos e incluso incrementando las posibilidades de implicación, pero no debemos olvidar que estos avances nunca sustituyen el trabajo del periodista.
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